Julia Fazekas y las mujeres de Nagyrév: Las fabricantes de ángeles

“Sentí pena por la desdichada mujer, así que le di la botella de veneno y le dije que la utilizara si ninguna otra cosa ayudaba a su matrimonio”.
Consejo que dio la señora Lipke a Maria Koteles
Varios siglos después de la condesa Erzebeth de Bathory, Hungría volvió a ser el hogar de asesinas célebres. A mediados de 1920, el distrito de Nagyrév fue señalado como capital del crimen europeo, con más de cincuenta mujeres usando arsénico para deshacerse de parientes, esposos y conocidos molestos. Todavía se desconoce con exactitud cuántos asesinatos se cometieron, pero se estiman unas trescientas víctimas.
Escudo de Nagyrév
Los enfermos eran llevados con las comadronas. Estas mujeres eran consideradas sabias y las demás ciudadanas las miraban con respeto. La comadrona de ese tiempo era Julia Fazekas y tenía varias asistentes que le ayudaban con los trabajos, entre ellas estaba Susana Olah a quien llamaban “Tía Susi” y tenía reputación de ser una bruja.
Mapa de Nagyrév
Muchos de los hombres de Nagyrév habían ido a la guerra en 1914, ese fue el acontecimiento que desató los asesinatos en la comunidad. Todo comenzó durante la Primera Guerra Mundial, cuando los hombres de Nagyrév fueron reclutados para pelear por el Imperio Austro-Húngaro. Al mismo tiempo, el pueblo rural se usaba como emplazamiento de campamentos para prisioneros de guerra aliados.
El inundado bosque de Nagyrév
Las mujeres se quedaron solas con sus familias y a los alrededores de la población había prisioneros de guerra que tenían libertad limitada. Ellos comenzaron a visitar seguido la comunidad de Nagyrév y se convirtieron en los amigos de muchas mujeres que ahí habitaban, quienes sin esposos y prometidos no tenían por qué preocuparse. Pronto, las mujeres solas de Nagyrév tomaron a los extranjeros como amantes.
La iglesia de Nagyrév
Cuando sus maridos volvieron a casa, no fue una buena noticia. Para colmo, los soldados retornaron con pretensiones, afán de dominio y habituales maltratos. Fueron recibidos fríamente por sus esposas. Ellas no querían renunciar a la vida de libertad que habían conseguido y se encontraban inconformes. Recurrieron entonces a Julia Fazekas, la comadrona del pueblo (entre 1911 y 1921 Julia había estado detenida diez veces por realizar abortos ilegales, pero fue liberada); Fazekas, la comadrona de Nagyrév y “Tía Susi” pensaron en algo que podría resolver sus problemas y al mismo tiempo ayudarles a obtener dinero: les suministró a sus clientas arsénico obtenido con un método casero. El primo de Fazekas era el empleado encargado de redactar los certificados de defunción y de esta manera impedían cualquier investigación.
Las mujeres homicidas de Nagyrév
La primera víctima conocida fue Peter Hedegus en 1914. Luego todas asesinaron a sus cónyuges. Algunas no se conformaron con matar a sus esposos, sino que también asesinaron a sus hijos y a veces se mataban entre ellas. El uso del veneno para solucionar problemas fue cada vez más común en la comunidad de Nagyrév. Las mujeres se llamaban a sí mismas “Las Fabricantes de Ángeles”.

Marie Kardos, una de ellas, asesinó a su esposo, su amante y a su hijo de 23 años, a quien antes de morir le pidió que le cantara una canción. María Varga, también de la comunidad, mató a siete miembros de su familia y consideraba que el asesinato de su esposo fue un regalo que decidió darse a sí misma en Navidad.
Envenenar gente se convirtió en uno de los pasatiempos más populares en Nagyrév durante quince años. El número de muertes era tan alto, que la policía comenzó a sospechar. Las mujeres habían empezado matando a sus esposos y muy pronto matar gente se convirtió en la mejor forma de conseguir cualquier cosa que quisieran.
Cuando los oficiales querían investigar los altos índices de muerte, se topaban con certificados de defunción que marcaban todo en orden. Se hablaba de causas naturales y accidentes. Pero las mujeres fueron llevadas a juicio en 1929, cuando un profesor de música acusó a Ladislaus Szabo de servirle vino envenenado. Un lavado de estómago le salvó la vida. La policía estaba investigando cuando apareció una segunda víctima de envenenamiento que también acusó a Szabo. Detenida, Szabo nombró a Fazekas.

Julia Fazekas negó todo de lo que la acusaban. La policía la liberó para tenderle una trampa. La comadrona corrió a la casa de todas sus clientas para decirles que el juego había terminado, los oficiales la siguieron y así descubrieron a las demás implicadas en los crímenes.

Treinta y ocho mujeres fueron arrestadas, de ellas veintiséis tuvieron juicio. Ocho fueron sentenciadas a muerte, siete a cadena perpetua y el resto a varios años de prisión. Entre las sentenciadas a muerte estaba la “Tía Susi”. Cuando la policía se decidió a allanar la casa de Julia Fazekas, la encontraron muerta: se había suicidado con su propio arsénico casero.

Entre las más célebres de las condenadas se encontraban Lydia Olah, una septuagenaria; Rose Hoyba, que confesó haber matado a su marido por “aburrido”; Lydia Csery, que mató a sus padres; Maria Varga, que asesinó a su esposo (héroe de guerra ciego) cuando se quejó porque ella traía demasiados amantes a casa; Juliena Lipke, que contó entre sus víctimas a su madrastra, su tía, su hermano, su cuñada y su esposo (envenenado en Navidad); y, finalmente, Maria Szendi, que le dijo al tribunal: “Maté a mi marido porque él siempre quería tener el control. Es terrible la forma en que los hombres siempre quieren todo el poder”.
El cementerio de Nagyrév, donde reposan cientos de víctimas

Los cuerpos de las ocho mujeres asesinas permanecieron colgados durante horas en la comunidad de Nagyrév, como muestra del horror que se había vivido en el lugar por casi tres lustros.