Andrei Chikatilo: "El Carnicero de Rostov"


"Soy un error de la naturaleza, una bestia enfadada".
Andrei Chikatilo en su declaración a los medios

Andrei Romanovich Chikatilo nació en Yablochnoye, una pequeña aldea de Ucrania en los tiempos de la hambruna, en la década de los treinta, cuando morían millones de personas cuyos cadáveres se amontonaban en calles y campos. Siendo niño, escuchó en el regazo de su madre una historia que lo estremeció: Stephan, su hermano mayor había sido raptado y devorado por hambrientos campesinos. Aunque no era un caso aislado en aquellos duros años, el hecho marcó notablemente al niño, quien desarrolló un miedo constante a ser raptado y devorado también.


En la escuela era muy introvertido y arrastró multitud de complejos que le atormentaban. Incapaz de aceptar su miopía, tuvo sus primeras gafas hasta los treinta años. A los doce aún padecía de enuresis y se orinaba en la cama sin advertirlo. Siempre era humillado por sus otros compañeros, él se limitaba a escuchar y a aguantar. No hacía nada por remediarlo, tampoco cuando le empezaron a llamar marica, ni cuando le pegaban arrojándole una manta por encima y lo sacaban de las aulas a patadas. A medida que iba creciendo, su timidez con las mujeres era más y más marcada. Su primera experiencia sexual fue al eyacular tras unos pocos segundos mientras abrazaba a una chica.


Como todos los ciudadanos soviéticos que habitaban en la URSS, sirvió en el Ejército Rojo y luego se dedicó a los estudios, obteniendo tres títulos: en Lengua y Literatura Rusas; en Ingeniería y en Marxismo-leninismo. Para 1971, obtuvo el grado de Maestro en Filología. Chikatilo era políglota y además un respetado miembro de la intelectualidad soviética. Más tarde se refugió en el comunismo y llegó a ser un miembro destacado del Politburó, pero su fijación con el dogma político rayaba en el fanatismo.


Mientras sus credenciales académicas aumentaban, también lo hacía su atracción por las niñas, todas menores de doce años. Se colaba en los dormitorios estudiantiles para verlas en ropa interior mientras se masturbaba con la mano dentro del bolsillo.


A pesar de sus problemas, pudo encontrar una esposa, y aunque era impotente y la mayoría de las veces no lograba conseguir ni sostener una erección, consiguió dejarla embarazada.


Era un marido sumiso y asexual. Hacía todo lo que su mujer le ordenaba... o casi todo. Ella solía desear las relaciones sexuales con más frecuencia que él, y eso los llevaba a frecuentes discusiones, ya que ella le recordaba en todo momento lo taciturno e inerte que era.

Chikatilo con su esposa e hijo

Pese a ello, Andrei Chikatilo era un marido amoroso, de carácter estable y trabajador, un padre de familia responsable que nunca levantaba la voz ante los hijos, un respetado miembro del Partido Comunista que leía los periódicos y se mantenía al corriente de los sucesos de actualidad. Discreto, vivía con la rigurosa austeridad que correspondía a un verdadero soviético. Para su frustración, en la escuela en la que trabajaba sus alumnos se burlaban de él, le apodaban "La Gansa" porque sus largos hombros encorvados hacían que su cuello pareciese alargado.

Chikatilo en sus días de catedrático

El 22 de diciembre de 1978 abordó en la calle a una niña de nueve años de edad, y la convenció para que se fuera con él a una cabaña que poseía en las afueras de la ciudad. Sabía cómo hablarles a los niños, él mismo había sido maestro y tenía a sus dos hijos.

La cabaña



Una vez en su propiedad, la desnudó con violencia. Accidentalmente, le hizo un rasguño del que brotó sangre, hecho que le causó una erección inmediata.

Ilustración de Rocko

Ante el estupor de Chikatilo por este hecho, se formó el vínculo fatal entre sangre y sexo. Sacó entonces un cuchillo y se lo clavó a la niña en el estómago. Con cada puñalada notaba que se acercaba más al orgasmo, por lo que no cesó de hacerlo hasta la eyaculación. La penetración ritual con el arma blanca le mostró un nuevo mundo de sensaciones que iniciaría su escalada homicida. Chikatilo había intentado satisfacer su necesidad sexual movido por la esperanza de llegar a ser igual que los demás, pero asumió que no lo era. Se dio cuenta de que su placer no derivaba de acariciar los genitales ajenos, sino de maltratarlos.


Dos días después del crimen, la policía encontró los restos de la niña en un río cercano, y cerca de la cabaña de Chikatilo una gran mancha de sangre. Le habían sacado los ojos; esta mutilación se convertiría en la firma de los crímenes de Chikatilo. Los policías interrogaron al hombre, pero acabaron inculpando a otro agresor sexual: Alexander Kravchenko.

Chikatilo al inicio de su carrera criminal

En 1981, se convirtió en funcionario de abastecimiento de una fábrica y el trabajo, que le obligaba a recorrer una buena parte de la región, le proporcionó la oportunidad perfecta. El 3 de septiembre de 1981 abordó a Larisa Tkachenko, prostituta de 17 años de edad. La convenció de ir con él al bosque para tener relaciones sexuales, pero falló en el intento, por lo que ella se río de él. Esto lo enfureció, perdió el control, la estranguló y eyaculó sobre el cadáver.


Luego comenzó a lanzar aullidos mientras bailaba una danza de guerra alrededor del cuerpo, dejando un palo enterrado en el cuerpo. En esos momentos supo que volvería a matar. Los dos primeros asesinatos de Chikatilo tuvieron cierto carácter fortuito. Es posible que, en ambos casos, sus intenciones fueran solamente de índole sexual. Los gritos de terror le excitaban, pero era el asesinato en sí lo que representaba para él un acto sexual supremo. Su tercera víctima fue Lyuba Biryuk, raptada de una villa, llevada al bosque y acuchillada cuarenta veces.

Algunas de las víctimas de Chikatilo (click en la imagen para ampliar)


Chikatilo asesinó a otras tres personas ese año; entre ellas se encontraba su primera víctima masculina, Oleg Podzhivaev de nueve años de edad. El cuerpo no se encontró, pero Chikatilo afirmó ser el responsable y declaró que le había arrancado los genitales. En 1984 asesinó a quince personas. Mientras el tiempo entre sus asesinatos iba disminuyendo, el número de víctimas iba en ascenso.


Durante doce años, Chikatilo asesinaría a 53 personas. Tenía un aspecto de lo más inofensivo, y los niños veían en él un hombre amable e indefenso. Sus víctimas eran niños, niñas y chicas muy jóvenes. Entre ellos había muchos que se habían escapado de casa y victimó también a retrasados mentales, pues se dejaban convencer más fácilmente y agradecían su ayuda en el laberinto del sistema de transportes local, con el que no estaban familiarizados. Chikatilo los elegía entre la multitud en estaciones ferroviarias y en paradas de autobús y con algún pretexto, los convencía para que lo siguieran a alguna zona boscosa. Una vez allí les infligía entre treinta y cincuenta puñaladas.

La Estación de Trenes de Rostov


Todas sus víctimas sufrían la mutilación de los ojos. A las adolescentes o chicas jóvenes les seccionaba los pechos o los pezones, ya fuera con sus afilados cuchillos o con los dientes. El útero era extirpado con tal precisión que todos los cirujanos de la provincia de Rostov pasaron a ser sospechosos en potencia.

Los cadáveres



Pero su alegría sexual duró poco: pronto se descubrió eyaculando precozmente. Mientras violaba a sus víctimas por ano o vagina, se enfurecía por llegar rápidamente al orgasmo y les machacaba la cara a golpes. Muchas veces, su problema de impotencia se manifestó también al cometer los ataques. En esas ocasiones, para demostrar que sí había podido violarlos, colocaba el semen en la vagina o el ano de la víctima con la ayuda de una ramita.


En el caso de los niños, los atacaba nada más hallarse a solas con ellos en el bosque: un golpe para aturdirlos con las manos atadas y unos golpes de cuchillo, poco profundos, para establecer su dominio sobre ellos. Posteriormente los mutilaba a mordiscos, les cortaba los genitales o solamente extirpaba los testículos, que guardaba a modo de trofeo. También arrancaba los ojos de todas sus víctimas, para evitar encontrarse con sus miradas. En ninguno de los casos se encontraron las partes del cuerpo seccionadas en las cercanías de la escena del crimen. Todos estos actos los realizaba mientras aún estaban vivos: disfrutaba con el control y la dominación ejercida por medio de la tortura. Chikatilo practicaba además el canibalismo; en sus declaraciones confesó que le gustaba tragarse las partes del cuerpo más blandas.

Cuando apareció el cadáver número treinta, los periódicos empezaron a dar noticias del posible asesino en serie. Todos creían que se trataba de un retrasado mental, a pesar que la policía no estaba de acuerdo, pues la amplia dispersión del asesino indicaba que éste disponía de un vehículo, factor que en la URSS era eliminativo. Era obvio que los crímenes eran obra de un asesino serial, pero el gobierno se negaba a reconocerlo: afirmaban que los asesinos seriales eran un producto del capitalismo estadounidense y en la URSS no podían surgir.

Pese a ello, el Instituto Serbsky de Moscú diseñó el perfil de un hombre ostensiblemente normal, probablemente casado, con un trabajo regular. Por el semen hallado en los cuerpos de sus víctimas, se supuso que su tipo de sangre era del grupo AB.


El 14 de septiembre de 1984 detuvieron a Chikatilo en el mercado de Rostov, pues en líneas generales encajaba con la descripción del asesino, pero no pudieron demostrar nada más. Chikatilo parecía un hombre respetable y tras hacerle un análisis de sangre, ésta resultó ser de grupo A. Enseguida fue puesto en libertad sin cargos.

Retratos robot del sospechoso


Para esas alturas, los archivos de la policía contenían datos de unos 26,500 sospechosos. Posteriormente Chikatilo fue acusado de haber robado un rollo de linóleo de su oficina. Siete meses después, con ese caso aún pendiente, fue arrestado por comportamiento impropio en la estación de autobuses de Rostov y sentenciado a quince días en prisión. Sentenciado a un año de cárcel por el robo del linóleo, el juez simpatizó con él y lo liberó antes.

El primer arresto de Chikatilo

El 17 de octubre de 1990, Chikatilo volvió a matar en un bosque cercano a la estación de Donlesjoz. Este crimen absorbió a toda la policía local y a una fuerza antidisturbios de cien hombres. Pero dos semanas después, el criminal volvió a actuar, y ésta vez fueron seiscientos detectives los encargados de investigar a lo largo de la línea de los bosques, en dónde montaban guardia tres o cuatro oficiales en las terminales más aisladas.


El 6 de noviembre de 1990, uno de estos detectives, el sargento Igor Rybakov, vio surgir del bosque a un hombre con traje y corbata. Mientras observaba cómo éste se lavaba las manos en la fuente, advirtió que tenía un dedo vendado y una mejilla manchada de sangre. Le pidió sus documentos y levantó un informe de rutina. Cinco días después encontraban un nuevo cadáver en ese mismo lugar, el cual estimaron que llevaba muerto más o menos una semana. El homicida tenía que haber pasado por la estación, y el culpable no podía ser otro que el sospechoso del informe de Rybakov. El fiscal general de la provincia de Rostov emitió una orden de detención contra Chikatilo, efectiva a partir del 20 de noviembre de 1990. Y ese mismo día, en efecto, fue retenido por la KGB, sospechoso de haber asesinado a treinta y seis víctimas, todas ellas mujeres y niños.

La celda de Chikatilo

Por alguna extraña razón, su esperma, aunque no su sangre, sí daba el tipo AB. Chikatilo, con paso lento, se quejaba: "¿Cómo pueden hacerle esto a una persona de mi edad?". En los interrogatorios afirmó que simplemente era un ciudadano normal, que no había cometido ningún tipo de delito, y que era objeto de una persecución absurda por parte de la policía.

El nuevo arresto de Chikatilo




El 27 de noviembre prometió que estaba dispuesto a aportar pruebas de sus crímenes, si no continuaban atosigándole con los interrogatorios que le recordaban los detalles, y dos días después se derrumbó ante un psicólogo a quién acabó confesando 53 asesinatos. Posteriormente guió a los investigadores a los distintos lugares con la esperanza de que el número de muertes lo convirtiera en un "espécimen de estudio científico".

El interrogatorio


Escribió una declaración firmada para el Fiscal General, que decía:

"Me detuvieron el 20 de noviembre de 1990 y ha permanecido bajo custodia desde entonces. Quiero exponer mis sentimientos con sinceridad. Me hallo en un estado de profunda depresión y reconozco que tengo impulsos sexuales perturbados, por eso he cometido ciertos actos. Anteriormente busqué ayuda psiquiátrica por mis dolores de cabeza, por la pérdida de memoria, el insomnio y los trastornos sexuales. Pero los tratamientos que me aplicaron o que yo puse en práctica no dieron resultado.

Mapa de Rostov (click en la imagen para ampliar)

“Tengo esposa y dos hijos y sufro una debilidad sexual: impotencia. La gente se reía de mí porque no podía recordar nada. No me daba cuenta de que me tocaba los genitales a menudo y sólo me lo dijeron más tarde. Me siento humillado. La gente se burla de mí en el trabajo y en otras situaciones. Me he sentido degradado desde la infancia y siempre he sufrido. En mi época escolar estaba hinchado a causa del hambre e iba vestido con harapos. Todo el mundo se metía conmigo.

Los cuchillos utilizados por el infanticida

“En la escuela estudiaba con tanta intensidad que a veces perdía la consciencia y me desmayaba. Soy un graduado universitario. Quería demostrar mi valía en el trabajo y me entregué a él por completo. La gente me valoraba, pero se aprovechaba de mi carácter débil. Ahora que soy mayor, el aspecto sexual no tiene tanta importancia para mí, mis problemas son todos mentales.

La reconstrucción de hechos






“En los actos sexuales perversos experimentaba siempre una especie de furor, una sensación de no tener freno. No podía controlar mis actos. Desde la niñez me he sentido insuficiente como hombre y como persona. Lo que hice no fue por el placer sexual, sino porque me proporcionaba cierta paz mental y espiritual durante largos periodos. Sobre todo después de contemplar todo tipo de películas sexuales. Lo que hice, lo hice después de mirar los vídeos de actos sexuales perversos, crueldades y horrores”.

Chikatilo sale custodiado rumbo al Tribunal


Lo que la policía dedujo de esta declaración, es que el asesino trataba de buscarse una posible salida alegando enfermedad mental. Chikatilo mostraba una obsesión por recibir tratamiento psiquiátrico.


Los psiquiatras del Instituto Serbsky, no obstante, lo veían como un sádico que no sufría ningún trastorno que pudiera impedirle saber que sus actos estaban mal; sus acciones eran premeditadas. Por esa razón, en octubre de 1991, dieron a conocer sus conclusiones, diagnosticando que el asesino estaba "legalmente cuerdo".



El juicio se inició en abril de 1992 y duró hasta octubre de ese mismo año. Chikatilo, afeitado y con la cabeza completamente rasurada, presenció su juicio desde una jaula de metal, como si fuera un animal salvaje. Siempre vistió su camisa favorita: blanca, roja y negra, estampada con los cinco aros olímpicos.

Chikatilo encerrado en una jaula





El primer día deleitó a los fotógrafos esgrimiendo una revista porno, pero más tarde, abatido, se quitó la ropa y meneó su pene fláccido gritando: "Fíjense qué inutilidad. ¿Qué pensaban que podía hacer con esto?"







El juicio fue un circo mediático. Los familiares de las víctimas gritaban y lloraban en el tribunal.



Los jueces no dudaron en anunciar el veredicto que habían nominado: el 15 de octubre de 1992 fue sentenciado a la pena capital. Chikatilo fue ejecutado en la prisión de Moscú entre el 14 y el 16 de febrero de 1994, con un disparo en la nuca.



Se rodaron dos cintas basadas en su vida y en sus crímenes. La primera fue filmada para la televisión y se tituló Ciudadano X; la segunda se llamó Evilenko. Pero, más que su aportación cinematográfica, Chikatilo se convirtió en el ejemplo más notorio de que el fenómeno de los asesinos seriales no era privativo de los Estados Unidos.

Chikatilo despidiéndose antes de su ejecución