Cayetano Santos Godino: "El Petiso Orejudo"



“¿Qué culpa tengo yo si no puedo sujetarme?”
Declaraciones de Cayetano Santos Godino a los psiquiatras


Cayetano Santos Godino nació en Buenos Aires, Argentina, el 31 de octubre de 1896. Era hijo de dos inmigrantes calabreses, Fiore Godino y Lucia Ruffo, y tenía siete hermanos. Su padre era un alcohólico golpeador, enfermo de sífilis; su madre quedó contagiada de este mal. Siempre sobreprotegió a su hijo, con quien durmió en la misma cama hasta que el chico tenía diez años. Entre los cinco y diez años, Cayetano concurrió a varios establecimientos educativos, de donde siempre era expulsado por su mal comportamiento, aunque su madre siempre decía que eran los demás niños quienes lo molestaban y agredían. El 28 de septiembre de 1904 cometió su primer delito: llevó a un terreno baldío a Miguel de Paoli, un niño de 21 meses de edad, donde lo arrojó encima de unos arbustos llenos de espinas y luego procedió a golpearlo con un ladrillo hasta que fue detenido por un policía; Cayetano tenía apenas siete años de edad al cometer ambos ilícitos. Le mintió a su madre, le dijo que el otro chico lo había agredido a él y que se había defendido. Este tipo de historias serían características a lo largo de su vida.



Miguel de Paoli: arrojado sobre espinas y golpeado con un ladrillo


Fue entonces cuando la gente le puso el sobrenombre que lo acompañaría toda su vida: “El Petiso Orejudo”; “petiso” quiere decir “pequeño” en Argentina, y el tamaño de sus orejas sobresalientes causó la segunda parte del apodo. Cayetano además estaba rapado, lo cual hacía que sus orejas fueran más notorias.



En 1905, y con el mismo modus operandi, Cayetano llevó a su vecina Ana Neri, de 18 meses de edad, a un baldío donde comenzó a golpearle la cabeza con una piedra. Un policía lo vio y volvió a detenerlo, pero fue liberado esa misma noche por ser un niño de ocho años.



Ana Neri: golpeada con una piedra


En marzo de 1906, volvió a llevar a una niña a un baldío donde intentó estrangularla; como no consiguió matarla, la enterró viva. Cuando la encontraron ya estaba muerta. Cayetano apenas tenía ocho años y ya había asesinado a su primera víctima, aunque esta vez no lo relacionaron con el asesinato.



A los diez años Cayetano pasaba el tiempo torturando animales; perros, gatos y pollos fueron víctimas de su saña, hasta que fue descubierto por su padre. Este hecho ocasionó que fuera recluido en la Alcaldía Segunda División más de dos meses.



El 9 de septiembre de 1908, “El Petiso Orejudo” intentó ahogar a Severino González Caló, de 22 meses de edad, pero nuevamente fue detenido a tiempo y liberado al otro día.



Severino González Caló: ahogado


Apenas seis días después, el 15 de septiembre, quemó con un cigarrillo encendido los párpados y los ojos de Julio Botte, de 20 meses de edad, pero esta vez consiguió huir.



Julio Botte: quemado en los ojos con un cigarrillo


El 6 de diciembre, sus propios padres volvieron a llevarlo a la Comisaría. Esta vez permaneció encerrado tres años en la Colonia de Menores de Marcos Paz. A petición de sus padres fue liberado el 23 de diciembre de 1911 pero, a diferencia de lo que se esperaba, su violencia empeoró. Los padres le habían conseguido un trabajo, pero sólo duró tres meses en él. Ya desempleado, volvió a vagar por las calles: tenía quince años de edad y un expediente criminal tan ancho como el de algunos de los peores delincuentes argentinos de la época. Pese a ello, 1912 fue un buen año para el joven infanticida. El 26 de enero, Arturo Laurona, de trece años de edad, fue encontrado muerto a golpes en una casa desocupada.



Arturo Laurona: asesinado a golpes


El 7 de marzo de ese mismo año, “El Petiso Orejudo” incendió el vestido de Reyna Bonilla Vainicoff, de 5 años, quien sufrió terribles quemaduras y murió días después. Alegó que había sido un accidente y la policía le creyó.



Reyna Bonilla Vainicoff: quemada viva


A finales de septiembre el niño asesino incendió una estación de tranvías, incendio que fue controlado por los bomberos. El 8 de noviembre intentó estrangular al pequeño Roberto Russo, pero fue detenido. Esta vez fue procesado por intento de homicidio, pero lo liberaron por “falta de méritos”.



Roberto Russo: víctima de estrangulamiento


El 16 de noviembre golpeó a la bebé Carmen Ghittoni, quien sólo recibió heridas leves, ya que Cayetano fue detenido por un policía.



Carmen Ghittoni: golpeada


A finales de noviembre incendió dos galpones (especie de habitáculos para animales), que fueron rápidamente apagados. El 20 de noviembre raptó a Catalina Neolener, quien comenzó a gritar cuando Cayetano le propinó las primeras patadas en el rostro y la cabeza; esto alertó a un vecino de la zona, que la rescató.



Catalina Neolener: secuestrada y golpeada


El 3 de diciembre, “El Petiso Orejudo” cometió su crimen más atroz. Encontró al pequeño Jesualdo Giordano jugando en la puerta de su casa, la Quinta Moreno; le ofreció comprarle caramelos y logró llevárselo.



La Quinta Moreno: el escenario del crimen


En un almacén en las cercanías compró caramelos y le dio algunos. Lo llevó a una quinta cercana y, prometiéndole más caramelos, lo convenció de entrar. Allí tiró al menor al suelo e intentó estrangularlo con la soga que llevaba como cinturón, pero como se resistía cortó la soga y la usó para atarle las piernas y las manos.



La soga utilizada por Cayetano Santos Godino


Comenzó a golpearlo hasta que tuvo la idea de introducirle un clavo en el cráneo. Comenzó a buscar un clavo y se encontró con el padre del menor en las afueras de la Quinta; cuando este le pregunto sobre su hijo, “El Petiso Orejudo” le respondió que no sabía donde se encontraba. Luego ingresó nuevamente a la quinta con el clavo.



La piedra y el clavo usados por el infanticida


Tomó una piedra que usó como martillo, clavando la cabeza del niño, que murió durante el violento hecho al destrozarle el clavo el cerebro. Después, “El Petiso Orejudo” cubrió el cuerpo y huyó del lugar. El niño asesinado fue encontrado minutos después por su padre.



Jesualdo Giordano: estrangulado y muerto con la cabeza clavada


A las 20:00 horas de ese mismo día, Cayetano fue al velorio de su víctima para presentarle sus respetos a la familia; al acercarse al ataúd, decidió tocarle la cabeza al cadáver para comprobar los efectos del clavo. Ese movimiento fue notado por el padre de la víctima, que lo denunció a la policía. A las 5:30 de la mañana del 4 de diciembre fue detenido, confesando finalmente todos sus crímenes durante el duro interrogatorio.



“El Petiso Orejudo” tras su enésimo arresto


En estas declaraciones, se pudo establecer por fin la lista total de sus víctimas y los actos cometidos contra cada una de ellas. Cabe destacar que todos eran niños:

• Miguel de Paoli: intento de asesinato. Fue golpeado y arrojado sobre unas espinas.
• Ana Neri: intento de asesinato. Golpeada en la cabeza con una piedra.
• NN: asesinada. Enterrada viva luego de un intento de estrangulamiento.
• Severino González Caló: intento de asesinato. Intentó ahogarlo.
• Julio Botte: lesiones. Fue quemado en los párpados y ojos con un cigarrillo.
• Arturo Laurona: asesinado. Fue golpeado y luego estrangulado.
• Reyna Vainicoff: asesinada. Su vestido fue incendiado y murió días después.
• Roberto Russo: intento de asesinato. Sufrió estrangulamiento.
• Carmen Ghittoni: intento de asesinato. Fue levemente golpeada.
• Catalina Neolener: lesiones. Sólo recibió golpes y patadas, ya que sus gritos alertaron a un vecino.
• Jesualdo Giordano: asesinado. Fue golpeado, estrangulado y su cabeza atravesada por un clavo.



Confesó además haber torturado y matado a innumerables animales, y provocado siete incendios. Asesino, infanticida, sádico, torturador, pirómano, incendiario, era un psicópata desde su infancia. El 4 de enero de 1913, “El Petiso Orejudo” ingresó preventivamente al Hospicio de las Mercedes, donde su violencia estalló peor que antes: intentó asesinar a varios internos, pero lo detuvieron antes de que pudiera hacerlo.



En los informes médicos que constan en el Archivo General de los Tribunales de Buenos Aires, dice sobre él:

“Cayetano Santos Godino no sabe leer, escribe tan solo su firma y conoce los números hasta 100. Posee una suma de conocimientos generales muy mala, obtenidos por educación refleja. El procesado es un alienado mental o insano o demente, en las acepciones legales. Es un degenerado hereditario, imbécil que sufre la locura moral, por definición, muy peligrosa. Es irresponsable. Es un tipo absolutamente inadaptable a la escuela común; solo la educación individual hubiera podido alcanzar algún éxito. Se ha desenvuelto en un medio desfavorable a la formación de una conducta correcta. Priman en él los instintos primarios de la vida animal con una actividad poco común, mientras que los sociales están poco menos que atrofiados.



“Es un tipo agresivo, sin sentimientos e inhibición, lo que explica su inadaptabilidad a la disciplina didáctica. Ofrece, desde el punto de vista físico, numerosos estigmas degenerativos, los más característicos del tipo criminal. Sus sentidos y la capacidad para conocer no ofrecen anomalías, se presentan normales; asimismo normales son sus capacidades psíquicas, si bien es inestable la atención por falta de dirección afectiva. En cambio, ofrece como estigma fundamental de su vida moral la idiotez afectiva; los sentimientos sociales, directrices de la acción, son poco menos que nulos; de suerte que sus estados de conciencia contienen, normalmente, todos los elementos menos uno fundamental que la desequilibra: el afectivo, que es algo así como el timón de la conducta.



“Godino es un caso de degeneración agravada por el abandono social de que ha sido víctima; por lo tanto no puede hacérsele responsable de sus crímenes, aún cuando su libertad sería peligrosa. Se halla atacado de alienación mental. Su alienación mental reviste la forma de imbecilidad. Esta imbecilidad es incurable. Es totalmente irresponsable de sus actos. Presenta numerosas anomalías físicas y psíquicas. Carece de condiciones para el trabajo disciplinado. No tiene noción de la responsabilidad de sus actos, lo cual se observa en muchos alienados. Es un impulsivo consciente y extremadamente peligroso para los que lo rodean. Debe permanecer, indefinidamente, aislado en el manicomio en que se encuentra”.



Debido a los informes médicos que lo declaraban un enfermo mental, el juez Oro lo sobreseyó por considerarlo irresponsable de sus actos y ordenó que permaneciera en el Hospicio. Este fallo fue confirmado por el juez de segunda instancia, pero el 12 de noviembre de 1915 la Cámara de Apelaciones lo condenó a prisión por tiempo indeterminado, porque no era “un imbécil absoluto”, como lo establecía el artículo 81del Código Penal argentino.



Cuadro comparativo de los crímenes (click en la imagen para ampliar)


La Cámara sostuvo además que había mejorado debido al tratamiento dado en el Hospicio, por lo que el 20 de noviembre ingresó en la Penitenciaría Nacional.



"El Petiso Orejudo" durante su ingreso a la Penitenciaría Nacional


El 28 de marzo de 1923, Cayetano fue trasladado al penal de Ushuaia, donde permaneció encerrado y vigilado durante diez años.



El Penal de Ushuaia



A comienzos de 1933, torturó y asesinó a dos gatos que eran las mascotas del penal. A causa de este hecho, los presos lo emboscaron y le dieron una golpiza que lo dejó muy grave; permaneció en el hospital del penal varias semanas.



A partir de 1935 estuvo constantemente enfermo y sin recibir visitas, hasta que murió en Ushuaia el 15 de noviembre de 1944, en condiciones poco claras.



Muchos lo admiraron y convirtieron su nombre en sinónimo de lo criminal. Hasta la fecha, “El Petiso Orejudo” ha sido materia de diferentes estudios, biografías y ensayos, sobre todo en Argentina, aunque su celebridad criminal ha trascendido las fronteras de su patria.