Ernst Alt: el exorcismo de Anneliese Michel



“Jesús le preguntó: ‘¿Cuál es tu nombre?’ Él respondió: ‘Mi nombre es Legión, porque somos muchos’”.
Marcos, 5-9


Anneliese Michel nació el 21 de septiembre de 1952 en Leiblfing, Baviera (Alemania), hija de Josef y Anna Michel. Creció en la pequeña localidad de Klingenberg am Main, en esa misma región. Sus padres, muy religiosos y de clase media, le dieron una educación profundamente católica. Tuvo tres hermanas.



Anneliese Michel cuando era niña


Anneliese disfrutó de una vida normal, aunque con férreos preceptos religiosos. Desde pequeña, soñaba con ser maestra. Deseaba aprender, conocer el mundo, ayudar a los demás por medio de la enseñanza. Y sobre todo estar rodeada de gente, de sus alumnos y de sus compañeros. Hubo un fuerte problema familiar cuando su padre se enteró de ciertos rumores, en los que se afirmaba que su esposa le había sido infiel. Pero nunca pudo comprobarlo y la familia siguió adelante.



Josef Michel


Sin advertencia, la vida de Anneliese cambió para siempre un día de 1968, cuando empezó a temblar y se dio cuenta de que no tenía control sobre su propio cuerpo. No pudo llamar a sus padres. Un neurólogo de la Clínica Psiquiátrica de Wurzburg le diagnosticó epilepsia. Debido a los fuertes ataques que sufría, fue admitida para tratamiento en el hospital. Anneliese tenía entonces dieciséis años. Comenzó un largo tratamiento que no mejoró su estado. De hecho, Anneliese empeoró: se sumió en una profunda depresión y los medicamentos, entre ellos varios psicotrópicos, no contribuyeron a su cura.



Anneliese Michel


Anneliese rezaba continuamente pidiendo ser curada. Esperaba un milagro que no ocurría. Una noche, según lo que declararía tiempos después, comenzó a tener visiones diabólicas durante sus continuos rezos. Eso la asustó.



Dos años después, en 1970, Anneliese empieza a afirmar que está poseída. Las visiones no remiten, sino que empeoran. Tras su tercera crisis e ingreso hospitalario, se le receta su primer anti convulsionante. Esta medicación no afecta a sus ataques, pero sí impone un efecto secundario: el cerebro pierde sodio, lo que promueve la abstinencia alimenticia.



Fueron tres años de padecimientos continuos. La epilepsia de la chica y el efecto de los medicamentos eran cada vez peores. La falta de mejoría convenció a Anneliese de que las medicinas no le hacían efecto alguno. Desesperada, les explicó a los doctores que varios demonios la obligaban a convulsionarse y a realizar actos horrendos. Anneliese quería ayuda espiritual, y fue ella misma quien pidió un exorcismo. El ritual le fue negado. Los médicos le recetaron Periciacina.



Durante el verano de 1973, Anna y Josef Michel visitan a varios pastores en busca de ayuda. Además de negativas y el consejo de que confíen su hija a los doctores, los atribulados padres de Anneliese son informados de los requisitos que la Iglesia pide para realizar un exorcismo. Para que el obispo reconozca una infestatio la persona debe tener aversión a objetos religiosos, demostrar sansonismo o fuerza desmesurada y padecer xenoglosia, la capacidad de hablar en idiomas que desconoce. Sin medir las consecuencias, los padres de Anneliese le informan a su hija de estos puntos, de los síntomas que le faltan para que pueda ser exorcizada. Anneliese toma nota mental de todo ello.



En noviembre de 1973, Anneliese comienza a tomar Tegretol. Anneliese tomó esta medicación a diario hasta los días previos a su muerte, cuando ya era incapaz de tragar nada. Un año después, en 1974, después de supervisar a Anneliese por algún tiempo, un sacerdote convencido de la existencia del Demonio, el pastor Ernst Alt, solicita permiso al obispo de Wurzburg para realizar el exorcismo. La petición es denegada y pronto le sigue la recomendación de que Anneliese debe vivir un estilo de vida religioso en regla, para poder encontrar la paz. Los ataques de Anneliese no remiten, empeoran. Su conducta se torna errática y peligrosa: en su hogar de Klingenberg, Anneliese insulta de forma cruel a su familia, desvelando sus secretos y atacándolos en sus puntos débiles, además de golpearles y morderles. Se niega a ingerir cualquier alimento, ya que afirma que los demonios no se lo permiten.



Ernst Alt


En este punto, la situación se tornaba insostenible. Anneliese dormía en el suelo de piedra, comía arañas, moscas, carbón y bebía su orina. Gritaba por toda la casa durante horas, hasta escupir sangre debido a las heridas que causaba en su garganta. También rompía crucifijos, destruía cuadros de Jesucristo y lanzaba los rosarios contra las paredes.



Arnold Renz


Luego comenzó a automutilarse y a golpearse contra las paredes y los muebles. Se rasgaba las ropas, pasaba el día desnuda y orinaba en el piso. Sus padres aseguraban haber visto sombras corriendo en los pasillos de la casa donde estaba su hija: “Cuando nosotros íbamos a ver a Anneliese, veíamos sombras en los pasillos, cerca de la habitación de nuestra hija”. Tras una verificación exacta de la posesión, que ahora incluía todos los requisitos previstos, en septiembre de 1975 el obispo de Wurzburg, Josef Stangl, asignó al padre Arnold Renz y al pastor Ernst Alt la orden de llevar a cabo el exorcismo sobre Anneliese Michel.



El obispo Josef Stangl


Se les planteaba una tarea difícil y sui generis, ya que Anneliese no decía estar poseída por un demonio. Según sus propias palabras, en su ser anidaban Lucifer, Judas Iscariote, Nerón, Caín, Adolf Hitler y un deshonrado sacerdote franco del siglo XVI llamado Fleischmann, junto a algunas otras almas malditas.



El exorcismo de Anneliese Michel


Ernst Alt era un hombre fanático, convencido de que el Mal intentaba apoderarse del mundo y de que Satanás existía. Siempre había manifestado una profunda obsesión con el tema de la posesión diabólica y era uno de los pocos sacerdotes autorizados para llevar a cabo el ritual del exorcismo, parte de los sacramentales eclesiásticos desde el siglo XVI. Cuando fue autorizado a exorcizar a la chica, de inmediato comenzó los preparativos.



Desde septiembre de 1975 hasta julio de 1976, se realizaron una o dos sesiones de exorcismo cada semana. La salud mental y física de Anneliese empeoraba con cada una de ellas. Algunos ataques fueron tan violentos, que no podía ser reducida o controlada ni por tres hombres. Sus padres, con la anuencia de los sacerdotes, la encadenaron varias veces.



Anneliese era capaz de saltar casi un metro estando de rodillas, y en una ocasión envió a su padre y al sacerdote al otro extremo de la habitación con un solo golpe. El ritual exorcista no se quedaba atrás: aparte de encadenar a la chica, la amarraron a la cama, la golpearon, la abofetearon y la privaron de sueño, agua y alimento.



Un psiquiatra afirmó que el suyo era un cuadro atípico de esquizofrenia paranoide. La medicó y tras varios meses, pudo regresar a la escuela y realizar los exámenes finales en la Academia de Pedagogía de Warzburg. También iba a la iglesia todos los días. Pero Ernst Alt insistía en la presencia demoníaca y ella suspendió su mediación. Los ataques regresaron. Anneliese gritaba en su clase asegurando que “todos los demonios la seguían”. Esto provocó que sus amigos la evitaran, excepto su novio: “ella me exigía que me alejara de ella, pero nunca la dejé sola”, declararía tiempo después.



A veces perdía el conocimiento y se quedaba rígida con frecuencia. El ritual exorcista se alargó durante meses, con la presencia de familiares y testigos. Anneliese se negaba a comer durante todo ese periodo. Los ligamentos y meniscos de sus rodillas se rompieron, ya que en cada una de las sesiones de exorcismo, realizaba un mínimo de seiscientas genuflexiones.



Sus padres documentaban todo: más de cuarenta cintas de audio se grabaron durante el proceso y se tomaron muchas fotografías. Las imágenes reflejan su alarmante deterioro: la nariz rota por golpear su rostro contra la pared, dientes rotos a causa de los golpes que se propinaba contra los muebles, caída del cabello, docenas de heridas, ojos inflamados, necrosis, desnutrición. También varias heridas internas: huesos fracturados, hematomas, problemas digestivos y respiratorios. El sacerdote y los padres seguían abofeteándola y golpeándola con el pretexto de expulsar al demonio. Una noche, Anneliese contó que había tenido varias visiones, y dio una fecha a la que llamó “El Día de la Liberación”: 1 de julio.



El 30 de junio de 1976, Anneliese estaba gravemente enferma. Padecía neumonía y tenía fiebre. Exhausta e incapaz de realizar por sí misma las acostumbradas genuflexiones, sus padres la sujetaban para que pudiera agacharse.



Hacia las 23:00 horas, Anneliese le pidió la absolución a los sacerdotes. Su madre, Anna, grababa todo y escuchó a su hija decirle: “Mamá, estoy muy asustada”.



Anneliese dijo que a la medianoche los demonios la abandonarían y terminaría todo. Luego se sumió en un profundo sueño.



A las 00:04 horas del 1 de julio, despertó con un grito desgarrador. A los sacerdotes les dijo por última vez: “Pidan su absolución, Lucifer está cerca, la Tierra está condenada”. Tosió y después presentó un fuerte problema respiratorio. Dos minutos después, a las 00:06, estaba muerta. Su madre grabó la muerte de su hija. Los padres y los sacerdotes pasaron el resto de la noche rezando. A las 12:00 horas, el pastor Ernst Alt informó a las autoridades de Aschaffenburg. El fiscal comenzó a investigar de inmediato.



Los padres de la chica y los dos exorcistas fueron arrestados y acusados de homicidio por negligencia. El juicio comenzó el 30 de marzo de 1978. El caso se decidió con base en dos preguntas: ¿qué causó la muerte de Anneliese y quien fue el responsable? De acuerdo a la autopsia y las pruebas forenses, Anneliese murió por desnutrición y neumonía, además de sufrir hemorragias internas. Los especialistas declararon que si los acusados hubieran alimentado a la joven a la fuerza una semana antes de su muerte, la vida de Anneliese hubiera podido salvarse. Una de las hermanas de la chica declaro en el juicio que Anneliese no quería que la ingresaran en un hospital mental, donde sería sedada y obligada a comer.



Los exorcistas intentaron probar ante la ley la presencia del Diablo, poniendo las cintas grabadas en las que se oían extraños diálogos, como el de dos supuestos demonios que discutían sobre cuál de los dos debería abandonar primero el cuerpo de la chica. Uno de ellos se llamó a sí mismo Hitler, y hablaba con acento austríaco. Asimismo, las grabaciones muestran dos voces distintas pero simultáneas, emitidas a la vez por Anneliese. Con todo, era información accesible para cualquiera que quisiera fingir.



El juicio


Los psiquiatras forenses hablaron sobre la Inducción Doctrinaria, hipótesis según la cual, los curas proporcionaron a la chica los contenidos de su conducta psicótica, lo que produjo que Anneliese aceptase que su conducta era una forma de posesión demoníaca. Añadieron que el desarrollo sexual inestable de la joven, junto con su cuadro de esquizofrenia, epilepsia y un trastorno en el lóbulo frontal, agravaron su psicosis.



El veredicto fue considerado por muchos menos riguroso de lo que se esperaba, los padres de Anneliese, al igual que los exorcistas, fueron encontrados culpables de homicidio por negligencia y de omitir dar primeros auxilios. Fueron sentenciados a seis meses de cárcel y se les concedió libertad condicional. El veredicto incluía la opinión de la Corte de que los acusados debieron ayudarla haciéndose cargo del tratamiento médico que la chica necesitaba. Sin embargo, por usar practicas supersticiosas, habían empeorado la ya grave condición mental de Anneliese.



Una comisión de la Conferencia Alemana concluyó después que Anneliese Michel no estaba poseída. Pero los creyentes no dejaron de apoyar a la familia y a los sacerdotes en sus declaraciones. Muchos creían que el cuerpo de la chica no encontraría la paz, ni siquiera con la muerte. Una monja carmelita de Bavaria dijo a Josef y Anna que había tenido una visión del cuerpo de Anneliese, que permanecía incorrupto.



La madre de Anneliese


Once años y medio después de su entierro, el cuerpo de Anneliese fue exhumado y sometido a otra autopsia. Pese a los rumores contrarios, el cadáver mostraba los signos normales de putrefacción y esqueletización.



La exhumación


Hasta el día de hoy, su tumba sigue siendo un lugar de peregrinaje para aquellos que piensan que Anneliese fue una valiente luchadora contra fuerzas demoníacas. Como siempre, diversas explicaciones sobrenaturales se dieron sobre el caso.



La tumba de Anneliese



Poco tiempo después, se estrenó la película El exorcista, de William Friedkin, basada en la novela homónima de William Peter Blatty. Esto conllevó una ola de histeria colectiva que afectó a varios países del mundo. Psiquiatras en toda Europa y Estados Unidos reportaron un incremento de ideas obsesivas en sus pacientes, relacionadas con posesiones satánicas. Incluso existe una fotografía del féretro, en la que algunas personas aseguran que se observa una garra abrazando el ataúd.



La fotografía de la supuesta garra


Basadas en su caso, se rodaron dos películas: El exorcismo de Emily Rose y Réquiem, que se apega más a los verdaderos acontecimientos. Años después de los eventos, la madre de Anneliese declararía en una entrevista: “Sé que hicimos lo correcto, porque yo misma pude ver los signos de Cristo en sus manos. Tenía estigmas, era una señal de Dios para exorcizar los demonios. Murió por salvar a otras almas perdidas, para expiar sus pecados”.