Las niñas lobo

El reverendo Jeremy Singh dirigía desde hace años un orfanato en Midnapore, India, cuando un grupo de vecinos llegó hasta él para pedirle que buscara la forma de librarlos de un monstruo que habitaba una cueva en el bosque. El padre Singh no era demasiado afecto a creer en monstruos pero acompaño a aquella gente hasta el lugar. Esto ocurría en 1920. esperaron hasta el anochecer y fue entonces cuando vieron salir de allí a tres lobos bien grandes junto a sus cachorros y dos curiosas figuras que parecían humanas pero que, a pesar de las desconfianza del reverendo, solo se las podía calificar como verdaderos monstruos. Estaban cubiertas de tierra y caminaban en cuatro patas. Entre todos lograron capturarlas usando una gran red. La sorpresa  ocurrió al volver al pueblo. Aquellas eran dos chiquitas, la mayor de unos ocho años y la menor de alrededor de dos. Era indudable que ambas habían sido criadas por las lobas y su estado era de un absoluto salvajismo. El padre Singh las llevó al orfanato y durante muchos meses lucharon por devolverlas a su condición humana, pero sin éxito. Comían solamente carne cruda y bebían leche o agua; ; no usaban cubiertos y lamían los platos; rehuían el contacto con las personas y parecían sentirse cómodas con otros animales; seguían caminando en cuatro patas y lo hacían con una velocidad increíble; conservaban sus dientes afilados, en punta, y se negaban terminantemente a ser cubiertas en algún tipo de ropa. También dormían durante el día encogidas sobre sí, como los perros, y gustaban de merodear por las noches oliendo comida a mucha distancia. Las llamaban Amala, a la  pequeña, y Kamala a la mayor. Al  año de vivir allí Amala murió. Kamala olfateó aquel día el cuerpo de quien suponen era su hermana mientras lanzaba un gemido desgarrador. Y aquel llanto fue la única expresión cercana a lo humano que demostró claramente. Luego se iría acostumbrando a compartir la vida con seres humanos, pero de la misma manera en que lo hace un animal doméstico, sin perder sus propias costumbres. Kamala murió años más tarde, en 1929, quizás por una falta de dieta equilibrada ya que no comía otra cosa que lo habitual en un lobo. Nunca nadie supo cómo fueron a parar a aquella cueva, quiénes fueron sus padres, por qué la gran diferencia de edad entre ambas, ni ningún otro dato.

 

Más allá de la vida

Una mujer de mediana edad (de quien se preservó la identidad celosamente sin que pueda saberse el porqué) fue llevada al quirófano de un sanatorio romano para que se le practicara una operación rutinaria y menor. A pesar de esto, la mujer sufrió un paro cardiorrespiratorio que la hizo entrar en el estado que científicamente se lo llama muerte clínica. Fue devuelta a la vida con el golpe eléctrico de los llamados defribiladores, eso que vimos en varias películas o en series donde se narran emergencias hospitalarias. Ella ni siquiera supo lo ocurrido ya que estaba bajo los efectos de la anestesia. Pasado el susto de los médicos y finalizado la cirugía, la     paciente fue llevada a una habitación privada. Allí, cuando fue visitada por los facultativos, relato con lujo de detalles todo lo que había ocurrido durante su muerte clínica: las corridas, el shock, los aparatos que rodeaban la mesa de operaciones, hacia donde se movió cada uno de ellos, cuantos ingresaron al quirófano al darse la alarma, qué hicieron. Todo. Paso a paso. Según contó la mujer, ella observaba cada movimiento y a sí misma desde arriba, como si le estuvieran proyectando aquello de manera especial. No era esa la primera vez que médicos de cualquier parte del mundo escuchaban un testimonio semejante incluido el de verse a sí misma y a cada integrante del equipo. Lo que sí asombro notablemente a los profesionales e hizo que este caso fuera por completo distinto a todos, es que aquella mujer que describió minuciosamente lo que vio durante su muerte clínica era ciega de nacimiento. Nunca había visto en su vida y tuvo que morir por unos instantes para saber como era.