Perdono pero no olvido

La discusión había llegado a su momento más álgido y el volumen de las voces se había elevado a tal grado que solamente se escuchaban gritos incoherentes que denotaban enojo y todo tipo de emociones negativas.
De repente, se hizo un silencio absoluto, como si la energía de los dos se hubiera terminado.
Fue entonces cuando la voz de Miriam sonó mientras sus ojos se fijaban como espadas frente a los ojos de su esposo.


Quiero decirte -dijo Miriam-, que no solamente estoy enojada por lo que acaba de pasar, hay muchas cosas que me molestan y me tienen harta.

No sé de qué me estás hablando -respondió él.

Ya vez, lo peor es que la riegas y luego ni siquiera te acuerdas.

¡Espérame!, -dijo él-, ¿a qué te refieres?

Ése es tu principal problema, que no te acuerdas de lo que no te conviene, pero te voy a refrescar la memoria. ¿Ya se te olvidó el papelito que hiciste cuando te pusiste muy grosero en casa de mis papás...?

¡Óyeme!, pero eso fue el año pasado...

¡Espérame que todavía no acabo! Y el día que quedamos en ir a cenar, y claro... se te olvidó...

Miriam hizo una breve pausa como para tomar aire y casi de inmediato continuó:

Y el día de mi cumpleaños, que ni siquiera te acordaste, tu secretaria te lo tuvo que recordar y llegaste en la tarde con tu regalito, tratando de disimular tu olvido. ¡Ah! Y aquella vez que...

¡Hey! ¡cálmate!, ¿qué te pasa? De todo eso ya habíamos hablado y en su momento discutimos. Eso ya pasó, ¿por qué lo vuelves a sacar?

Pues por una razón muy sencilla, porque aunque ya te perdoné, ni creas que lo he olvidado.

Cuando se perdona y no se olvida
Hay muchas personas, hombres y mujeres, que tienden a actuar como Miriam.
En un apartado de su mente han colocado un cajón, en el cual, guardan con doble llave las experiencias negativas, los desengaños y los momentos difíciles o dolorosos que han vivido y en el momento oportuno ¡zas!, abren el cajón y sacan de él lo necesario para poner en evidencia su condición de víctimas y los argumentos para chantajear a la pareja.
Mantener archivadas las experiencias negativas, conservar las cuentas pendientes con el ser amado, pone en evidencia la existencia de rencor y resentimiento, sentimientos que envenenan cualquier relación humana.
Cuando se guardan resentimientos, cuando se perdona pero no se olvida, la relación se envenena y las personas entran en un juego interminable de cobrarse cuentas pendientes, que como resultado hace infelices a todos los involucrados: al que no olvida, porque el simple hecho de estar recordando las cosas negativas le amarga la vida y le impide la felicidad, y al que se le están echando en cara las cuentas pendientes, porque se siente agredido y manipulado cada vez que le presenten una factura de cobro.
Un elemento importante para lograr la felicidad es el saber perdonar.

¿Qué es perdonar?
Perdonar es abrir una válvula de escape para permitir la salida del veneno acumulado por el rencor y el resentimiento.
Cuando una persona perdona, no está ayudando a quien la ofendió, se está ayudando a sí misma, porque se está deshaciendo de los sentimientos negativos y está recuperando el equilibrio y la paz interior.
En toda relación humana se generan problemas y desacuerdos, se producen situaciones que pueden causar molestia y enojo, pero eso no implica que se tengan que quedar cuentas pendientes.
Hay dificultades y malos entendidos, incluso problemas graves de relación, pero si no se perdona, si se guarda rencor, la relación se va a corroer y la infelicidad de ambos va a ser la principal consecuencia.
El perdón no es cuestión de razón.
El perdón en muchas ocasiones aparece como algo ilógico, hasta cierto punto irracional, pero lograr perdonar y liberarse del rencor tiene su lógica y su metodología.

¿Cómo evitar el círculo vicioso?
Para evitar que esa cadena de resentimientos y agresiones se convierta en algo interminable, es necesario aprender a perdonar, sin condiciones, sincera y generosamente.
Para poder llegar al perdón, cuando se ha sufrido una ofensa, es conveniente tomar en consideración los siguientes puntos:
Aceptar el dolor: Tratar de aparentar que al cabo no me importa, es echarle tierra al asunto, pero debajo de esa tierra queda el resentimiento. Solamente reconociendo y aceptado el dolor se puede trabajar para eliminarlo de raíz.
Evitar la competencia: En ocasiones se toma la actitud de si el otro me hizo, yo le hago.. No se trata de ver a quién le va peor, pues esa es una actitud de: yo pierdo y tú también, que resulta autodestructiva.
Valorar la ganancia, no la pérdida. Perdonar implica recuperar la paz interior, el equilibrio emocional. Al perdonar, la más beneficiada es la persona que otorga el perdón porque se deshace de los sentimientos negativos.
Buscar soluciones, no al culpable: Lo importante al perdonar es encontrar la manera de restablecer la relación y mejorarla, en vez de identificar quién tiene la culpa de que las cosas no marchen bien.
Evitar poner condiciones: Cuando se ponen condiciones, se corre el riesgo de caer en el chantaje. Te perdono si tú haces esto o aquello. Cuando vea que cambiaste, entonces te perdonaré. Estos planteamientos implican una compensación o una especie de desquite y mantienen vivas las actitudes negativas.
Regalar en vez de cobrar: El perdón es un regalo, no es una factura que más tarde se va a cobrar. Perdonar implica decirle al otro: te perdono, sin pedir nada a cambio. Si se pide algo a cambio, si se cobra, ya no hay perdón, hay transacción. El perdón es como el amor, simplemente se da como un regalo, sin condiciones.
Cuando se toman actitudes de desquite, cuando se guardan cuentas pendientes, cuando se entra en un juego de toma y saca, se está cultivando la infelicidad.
¿Por qué estar luchando contra nuestra propia felicidad? El perdón generoso, desinteresado, es una excelente inversión... ¡Se está invirtiendo en la propia felicidad!