Las Moras: Fabricantes de pesadillas

Pesadilla

En casi todos los países del mundo se cree o se ha creído alguna vez en la existencia de ciertas criaturas malignas cuya principal ocupación consiste en atormentar a los que duermen. Sufrir pesadillas frecuentes, experimentar terrores nocturnos o despertarse en medio de la noche con una angustiosa presión en el pecho que le impide a uno moverse y respirar son pruebas claras de estar bajo el influjo de alguno de estos seres.

Los habitantes del este de Europa culpan de estos males a las Moras, aunque su auténtica naturaleza resulta poco clara y varía según la zona. En Bosnia se dice que basta con ser la hija de una bruja para convertirse en mora; en Rusia se trata del alma de una chica que ha caído bajo el poder de los espíritus diabólicos por haber muerto sin bautizar o por haber sido maldecida por sus padres; en Polonia, Bohemia y parte de Serbia se la considera el espíritu de una bruja que, bajo la forma de mariposa, abandona su cuerpo durante la noche…

En otras zonas de Serbia, sin embargo, la mora es una criatura independiente con el aspecto de una informe mata de pelo blanco, aunque puede adoptar también la forma de un caballo o de otro animal doméstico.

Cuenta un relato popular que hubo una vez un hombre al que una mora atormentaba tanto que, al no poder soportarlo más, cogió todo su dinero, montó en su yegua blanca y huyó del hogar dispuesto a no regresar nunca.

Pero no importaba lo lejos que viajase: cada noche, cuando se echaba a dormir, horribles pesadillas le asaltaban con angustiosa puntualidad. Y es que la mora le seguía allí a donde fuera.

Una noche solicitó cobijo en una casa. El dueño de la misma oyó a su huésped quejarse en sueños y, al entrar en la habitación para averiguar qué ocurría, vio cómo una espesa mata de pelo blanco se aferraba a su boca impidiéndole respirar. Tomó unas tijeras y la cortó por la mitad. A la mañana siguiente ambos trozos habían desaparecido, pero cuando el vagabundo salió al exterior de la casa encontró a su yegua blanca muerta. Comprendió entonces que si no había podido dejar atrás a la mora era porque durante todo aquel tiempo había estado viajando sobre su lomo.

Otras veces las moras se comportan como vampiros, succionando la sangre de sus víctimas (o, si estas son mujeres, en ocasiones la leche). Se dice que cuando la mora prueba la sangre de un humano se enamora de él y no lo abandona hasta que este muere. Sus presas favoritas son los niños, a quienes extraen del pecho un líquido acuoso.